Las escuelas de segunda oportunidad, el éxito educativo contra el abandono escolar
España es, a día de hoy, el país con mayor tasa de abandono escolar de la Unión Europea, según la oficina comunitaria de estadística Eurostat. Más de un 17% de los jóvenes entre 18 y 24 años dejan prematuramente los estudios. También lidera el ránking de los países con mayor paro juvenil: un 40%, el doble de la media europea. Una situación dramática que se ha visto incrementada por el contexto de pandemia y de crisis económica y social donde las desigualdades preexistentes se hacen más visibles que nunca y las personas vulnerables quedan en un riesgo aún mayor.
Frente a esta situación de emergencia educativa, que no es nueva, y para abordar la problemática, las escuelas de segunda oportunidad juegan un rol fundamental.
Dan respuesta a una necesidad socioeducativa grave como el abandono escolar y generan un impacto en el desarrollo de trayectorias vitales de jóvenes que han sido expulsados del sistema educativo y, por lo tanto, excluidos también socialmente. El Llindar es una de ellas. Trabaja con una propuesta educativa y de acompañamiento para que estos jóvenes se vuelvan a vincular con su trayectoria académica, su propio proceso de aprendizaje y, en definitiva, se enganchen a la vida.
Se consigue a través de un acompañamiento subjetivo y una propuesta formativa profesionalizadora, flexible e individualizada que alterna formación y trabajo y que respeta el tiempo lógico para cada uno de ellos. Se acompaña y se construye el proyecto vital de cada adolescente, entendiendo que el tránsito a la vida adulta es un camino difícil de atravesar, donde la identidad suele ser más frágil.
En ese reto, la idea es promover nuevamente el retorno al sistema educativo y poder disponer de una cualificación profesional que mejore su futura inserción en el mercado laboral. Según el estudio «Y después de El Llindar, ¿qué? Un análisis de las transiciones educativas y laborales de los y las jóvenes de El Llindar», de la Universidad Autónoma de Barcelona llevado a cabo el curso 2019-20, lo significativo de esta experiencia es que, a menudo, se transforma el concepto del propio adolescente sobre su proceso vital y educativo, se genera una confianza sobre sí mismo y su paso por ella supone a menudo una etapa esperanzadora. En ese sentido, para algunos jóvenes, este tránsito «no es ni una alternativa al instituto, ni una etapa educativa más en su camino, sino que es el punto de partida para iniciar su trayectoria profesional más inmediata».
Sin embargo, es cierto que las barreras estructurales son constantes y diversas: falta de reconocimiento y de titulación oficial, no tener un lugar en el paisaje educativo, la inestabilidad financiera... La clave de la respuesta que proponen las escuelas de segunda oportunidad pasa por brindar una atención personalizada y flexible. Así, quizás, para luchar contra el abandono escolar y garantizar una mejor inserción sociolaboral, las y los jóvenes excluidos del sistema podrán imaginar y construir otros horizontes posibles de vida fuera de la precariedad, de la exclusión social, y pensar que tienen un lugar en este mundo.
Foto cedida por El Llindar.
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