La relación entre el TDAH y los trastornos alimentarios
Resumen
Se calcula que un 20% de los niños con TDAH desarrollan un trastorno de la conducta alimentaria (TCA) asociado (Ravi & Khan, 2020).
Hay que tener en cuenta que algunas medicaciones adecuadas para el TDAH a menudo hacen perder el apetito como efecto secundario, despertándolo cuando termina la acción. Pero cuando hablamos de codiagnóstico (o comorbilidad) no nos referimos a ello, sino al hecho de presentar al mismo tiempo problemas de falta de atención o impulsividad e hiperactividad y, además, restringir sistemáticamente la ingesta, hacer atracones o provocarse el vómito, o hacer ejercicio de manera obsesiva con el fin de quemar calorías.
El TDAH se asocia principalmente a dos problemas alimentarios: la bulimia nerviosa, y sobre todo, el trastorno por atracón. La asociación con la anorexia nerviosa, en cambio, es poco habitual. Los estudios apuntan un mayor riesgo de desarrollar un TCA en los chicos diagnosticados de TDAH que en las chicas (Kessler 2014, Bleck 2013, Hudson 2007). En los adultos, tener antecedentes de haber sido diagnosticado de TDAH se asocia a un mayor riesgo de trastorno alimentario.
El riesgo de una persona con TDAH de tener un problema alimentario es del triple respecto al de la población general (Palazzo Nazar et al., 2016).
Y el riesgo de una persona con TCA de tener TDAH se calcula en el doble. Se estima alrededor del 30% los casos con un doble diagnóstico en TDAH y TCA.
Esto se puede entender si pensamos que el TDAH conlleva una impulsividad inherente, actuada o no, suele estar latente pero inhibida en el TDA, que es el TDAH por inatención. Esta impulsividad, de base orgánica, facilita conductas compulsivas (repetitivas) como los atracones y la provocación del vómito. O la práctica excesiva de ejercicio, que el alto nivel de energía vital del TDAH suele hacer atractiva. Ejercicio que, por otra parte, practicado de manera sana puede ayudar a canalizar impulsos y contribuir al autocontrol.
Por la misma razón y porque aportan refuerzo inmediato, normalmente los videojuegos gustan especialmente a las personas con TDAH. Y por este motivo es importante regular el acceso a pantallas desde que el niño es pequeño, igual que se hace con las golosinas o los cromos. Al mismo tiempo, se han desarrollado aplicaciones específicas por Internet para ayudar a regular la conducta, frenando las respuestas impulsivas.
Al crecer, el efecto gratificante y calmante de ingerir alimentos puede también cumplir la función de manejar la frustración que generan las dificultades propias del TDAH (problemas para organizarse, alcanzar aprendizajes “típicos”, la inestabilidad emocional, dificultades en las relaciones sociales o laborales, a veces elección de parejas impulsivas con las que la persona se sienta más afín…).
Hay que tener en cuenta, además de los efectos anorexígenos que algunas medicaciones indicadas por el TDAH pueden facilitar, como ya hemos dicho, el hecho de que los niños con TDAH necesitan especial atención a mantener una alimentación sana. Un exceso de azúcares rápidos puede sobreexcitarlos más. La mayor quema energética causada por la hiperactividad motriz puede predisponer al consumo de más alimentos dulces o más calóricos, pero poco nutritivos, aspecto que los padres deberán cuidar, como en cualquier niño. Es recomendable que mantengan horarios regulares de ingestas y sueño. Es frecuente que al niño con TDAH le cueste coger el sueño y encamarse temprano, porque, pantallas aparte (aspecto importante a tener en cuenta y limitar), su reloj interno activa la señal del sueño más tarde que el de otros niños.
Apuntes sobre el abordaje de un TCA con TDAH
Destacamos un par de aspectos relevantes cuando se recibe este doble diagnóstico. A menudo, las dificultades de regulación emocional propias del TDAH se añaden a las inherentes a todo trastorno alimentario, y las magnifican. Las personas con TDAH mixto (inatento e impulsivo combinados) pueden ser más propensas a irritabilidad, reacciones de ira y agitaciones, y les puede costar más persistir en el tratamiento (como en cualquier otra tarea a largo plazo). Es un aspecto más acusado en niños y adolescentes porque tienen menos capacidad de autocontrol, pero también ocurre con adultos. También puede hacerlos más propensos al consumo de sustancias (alcohol, cannabis y otros), que aún pueden agravar más la situación. En definitiva, un TDAH mixto o predominantemente impulsivo-hiperactivo, puede asociarse más a menudo a problemas de conducta. Y una medicación bien prescrita puede favorecer la regulación emocional y comportamental.
Normalmente, el TDAH facilita un ritmo de ingesta rápido por la impulsividad. También la prescripción de ejercicio deberá ser valorada en cada caso, porque en una persona con TDAH puede ser beneficiosa y no necesariamente obsesiva.
Respecto al tratamiento farmacológico, el hecho de tener un doble trastorno puede hacer más necesario incluir medicación en el plano terapéutico. Tanto para debilitar el síntoma alimentario, como para mejorar la atención y reducir la impulsividad, lo que permitirá aprovechar mejor las terapias.
Hay que tener en cuenta que el TDAH responde a unas medicaciones específicas diferentes a las de otros problemas psicológicos. Si se prescriben con acierto, pueden ayudar a la vez en ambos problemas, el alimentario y el TDAH, y también a mejorar otra sintomatología comórbida como la ansiosa o la depresiva, si existe. Si hay consumo de sustancias o un trastorno de ansiedad asociado, sin embargo, algunas de estas medicaciones pueden estar contraindicadas. Como suele pasar, son más efectivas combinadas con la terapia psicológica, que nunca hay que dejar de lado.
Igualmente, en caso de un TDA (predominantemente inatento), ciertas medicaciones con efectos sedativos o hipnóticos quizás haya que evitarlas. Siempre se debe considerar cada caso particular.
Y respecto a la terapia, al igual que en edad escolar o académica, es recomendable aplicar adaptaciones. Las personas con TDAH añadido al problema alimentario que hagan tratamientos grupales o sesiones prolongadas, pueden tener algunas necesidades diferentes si la duración supera su capacidad de mantenerse sentadas o atentas, y será bueno tenerlo en cuenta.
En definitiva, la coexistencia de un problema alimentario con un TDAH añade una doble complejidad al tratamiento, pero es importante saber que hay recursos específicos (farmacológicos y psicológicos) para ambos problemas, y que pueden ayudarse y potenciarse. Lo fundamental es que los equipos profesionales conozcan bien ambos trastornos y cómo abordarlos, así como aliarse con la persona atendida y su entorno para encontrar juntos un camino de salida, si bien puede ser un poco más largo.
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