Si quieres cuidar, cuídate
Porque sabemos que, para cuidar, nos hemos de cuidar
Porque si estamos bien, cuidaremos mejor
Porque cuidar a quien lo necesita, no es un acto fácil
Porque queremos cuidar y queremos ser hospitalarios
Porque cuidar nos humaniza
Porque tú, cuidador y cuidadora ¡nos importas!
Este breve espacio de lectura va dirigido a las personas que cuidan, tanto si cuidan de un familiar como si son profesionales del cuidado de personas con problemas de salud o en situación de dependencia.
Cuidar a una persona que no puede hacerlo por sí misma, desde el respeto, el buen trato y el derecho a mantener su dignidad en todo momento, se puede convertir en una actividad complicada y agotadora. Cuidar requiere también una mirada más amplia que incorpora el autoconocimiento de quien cuida, el control de las propias emociones y la capacidad de empatía y escucha.
Conocemos los efectos poco deseables derivados de cuidar, día a día, de una persona en situación de dependencia: cansancio, tristeza, insomnio, sensación de aislamiento, sentimientos de culpabilidad, miedo a pérdidas personales, sensación de no disponer de tiempo para uno mismo, burnout, claudicación…pero tenemos herramientas para combatirlos y sentir, en su plenitud, todos los beneficios que nos aporta cuidar del otro, como el crecimiento personal y vivir una experiencia gratificante.
¿Cómo puedes cuidarte?
Pon en marcha tu mente
Nuestra mente genera pensamientos y juicios que trasladamos a los demás a través de nuestro lenguaje.
Por ello:
- Toma conciencia de que debes cuidarte.
- Piensa que el primer paso ahora es parar, cerrar los ojos y respirar.
- Identifica las situaciones que te causan más estrés.
- Confía en tus capacidades.
- Se consciente de que tienes limitaciones.
- Deja un espacio diario para ti misma, para tus relaciones, aficiones, descanso físico y mental.
- Ponte objetivos a corto plazo.
- Refuerza tu capacidad de adaptación a las necesidades cambiantes.
- Prepárate para decir NO, a veces.
- No te culpabilices.
- Acepta ayuda.
- Rebaja exigencias y juicios críticos.
- Revisa prioridades.
- Cuida tus pensamientos.
- Realiza las tareas de una en una.
Pon en marcha tu cuerpo
Nuestro cuerpo interviene constantemente en aquello que somos y vivimos. Nuestras posturas y nuestra respiración nos avisan de lo que nos está pasando.
Por ello:
Cuida tu propia salud.
- Come de forma saludable.
- Ingiere abundante agua.
- Realiza una rutina de descanso nocturno entre 6-8h.
- Adopta posiciones correctas para descansar, también para movilizar a la persona que necesita atención física.
Actívate físicamente.
- Camina.
- Ten contacto con la naturaleza.
- Ríe.
- Realiza ejercicios de estiramientos.
- Reeduca tus malos hábitos posturales.
Relájate, vive tu propio tiempo.
- Realiza ejercicios de relajación.
- Medita.
- Disfruta de las personas y de las cosas que te gustan.
Pon en marcha tus emociones
Sentimos emociones ante cualquier circunstancia, energía que se mueve y nos moviliza.
Por ello:
- Permítete sentir y expresar tus emociones.
- Recompénsate.
- Gestionar el estrés: para, cierra los ojos, respira.
- Identifica los pensamientos en bucle: respira, observa los propios sentimientos, vuelve a respirar.
- Aprieta el botón de la calma. Busca, como mínimo un minuto al día.
Pon en marcha tus relaciones
Por ello:
- Comparte tu sufrimiento: habla
- Permítete alejarte de la persona atendida
- Rodéate de personas que te aprecian
- Comparte, busca el apoyo mutuo
- Mantén conversaciones positivas.
«Ser capaz de prestarse atención a si mismo es requisito previo para tener la capacidad de prestar atención a los demás; sentirse a gusto con uno mismo es la condición necesaria para relacionarse con los demás». (Fromm, 1953)
Este artículo se ha realizado con la colaboración de todo el equipo de la Fundació d’Atenció a la Dependència Sant Joan de Déu.
Fromm, Erich (1953) Ética y psicoanálisis. México D.F. Fondo de cultura económica.
Teléfono de la Esperanza 93 414 48 48
Si sufres de soledad o pasas por un momento dífícil, llámanos.