Investigar para avanzar
Quizás nunca como ahora había sido tan importante investigar sobre el estado emocional de la ciudadanía. Es especialmente relevante porque esta pandemia tiene muchas implicaciones cuando hablamos del impacto que tiene o tendrá en la salud mental de las personas en todo el mundo. Además, la pandemia actual está íntimamente ligada a la incertidumbre y a una más que probable crisis social y económica. Han pasado meses desde que la COVID-19 irrumpió en nuestras vidas y apenas sabemos qué significará en términos de sus efectos psicológicos, sociales y costes económicos derivados.
Cuando estalló la crisis, la comunidad científica se activó rápidamente para realizar estudios en los que se recoge información durante el confinamiento, en la desescalada y a largo plazo para poder determinar a qué nivel la COVID-19 está afectando al bienestar de la población en general y a distintos colectivos vulnerables como los y las profesionales de la salud, las personas mayores, las personas con enfermedades crónicas, las personas en riesgo de exclusión social, etc.
Empezamos a conocer resultados preliminares y hemos querido tomar el pulso a esos primeros datos. A su vez, es de especial relevancia conocer qué líneas de investigación en salud mental se están actualmente trabajando de forma transversal, ya que sin la investigación no será posible saber dónde hay que poner el foco, qué recursos se van a necesitar y qué estrategias se pueden implementar para tener un sistema de salud más robusto y preparado para posibles futuras crisis.
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