Uno de los mitos que persisten es que un suicidio no se puede prevenir, que es una decisión individual sobre la que no tenemos control ni previo aviso, pero existen señales de alerta a las que estar atentos…
Joan: «Cuando hablamos de mitos arraigados en el entorno escolar, también encontramos el de que quien se quiere suicidar no lo dice. Lo que intentamos hacer entender es que la persona que está en riesgo muchas veces presenta una ambivalencia: quiere acabar con el sufrimiento, pero a la vez está pidiendo ayuda. Hay que poner en valor esta parte porque sí que lo puede verbalizar o dar señales de aviso y si estamos preparados para saberlas interpretar podemos prevenir.
El mensaje principal es que, igual que se pueden prevenir los accidentes de tráfico, podemos prevenir los suicidios. ¿Se pueden prevenir todos? No, pero si una gran parte porque la mayoría sí que dan señales y si estamos entrenados para detectar estas señales seremos capaces de poder poner freno a esta escalada del proceso. La conducta suicida no es una cosa que pasa y ya está, sino que hay un proceso que pasa por la ideación, la planificación y un gesto. Si durante este camino sabemos detectar que algo no va bien, podremos prevenir. Lo que pasa es que esta prevención no está trabajada porque es un tema que aún queda en la esfera privada y no ha pasado a una esfera pública, como sí lo ha hecho la violencia machista, por ejemplo.
Ahora se empieza a hablar un poco del tema, pero no hay una estrategia nacional ni planes específicos para colectivos, como por ejemplo en las fuerzas y cuerpos de seguridad donde la incidencia es destacable. Como no hay una estrategia, esto da una falsa imagen de que no se puede hacer nada, pero sí se puede. Igual que hay un plan nacional para la prevención de los accidentes de tráfico y funciona porque durante años han conseguido rebajar las tasas de fallecidos, pues hay que hacer lo mismo con la prevención del suicidio».
Glòria: «Una cosa curiosa que hemos verificado en relación a las señales de alerta es que las personas que han hecho la formación, las orientadoras y miembros de las EAP, de alguna manera ya intuyen cuales son las señales de alerta. Hacíamos un ejercicio de preparar una nube de palabras sobre qué factores pensaban que podían crear malestar en el alumnado y salían todos los factores de riesgo que tenemos tipificados.
Hay diferentes señales que un alumno o alumna nos puede estar enviando. Tenemos señales directas, como afirmaciones y frases que se dicen: “para qué tengo que ir a la escuela si no me va a servir de nada”, “no sirvo para nada”, “nunca voy a llegar a nada”, “nadie me quiere”, “si no estoy aquí nadie se dará cuenta”. Cuando se producen, hay que tirar del hilo para saber si es producto de un momento de bajón puntual o si es algo más serio.
Otro gran aliado en el centro educativo es que hacemos muchos trabajos escritos y lo que nos manifiestan los profesores que nos consultan en la asociación son casos de cosas que se encuentran escritas en un trabajo o en la esquina de un examen, por ejemplo. Esta parte de señales escritas son importantísimas porque es el momento en que se da una señal de auxilio hacia un referente adulto, que le puede acompañar. En niños más pequeños encontramos estas señales escritas en forma de dibujos de la propia muerte o donde hay mucha sangre o violencia. Las señales de alarma siempre pueden ser, no significa que necesariamente lo sean, pero hay que indagar que hay más allá.
Luego tenemos las señales indirectas. Los y las profesoras conocen al alumnado, de alguna manera saben cuándo hay algo que no va bien: se aíslan, dejan de hacer actividades que antes hacían, dejan de ser comunicativos… Al final, la conducta suicida se debe abordar como un sentimiento más. Si vemos que un alumno está sufriendo por algún motivo, tenemos que acercarnos porque, como adultos, tenemos herramientas para proporcionar ayuda. En este capítulo de señales indirectas incluimos también fenómenos muy presentes en la vida de los adolescentes, como la adicción a las redes sociales y los movimientos que se producen de retos absurdos y movimientos pro autolesiones».
¿Por qué se suicidan los jóvenes?