Prescribir actividades sociales desde la consulta
Resumen
La historia de María
María tiene 25 años. Se ha marchado de su pueblo, porque quiere un futuro mejor para ella. Después de estudiar a distancia con mucho esfuerzo, ha tenido suerte de encontrar un trabajo que le compensa esta decisión tan importante de empezar una nueva vida en una gran ciudad, lejos de su pueblo, y donde no conoce a nadie.
Tres meses después de empezar el nuevo trabajo, María viene a la consulta. Me explica que se encuentra muy mareada y que quiere que le hagamos unos análisis por si tiene anemia. Nos cuenta su nueva vida en la ciudad y lo difícil que está siendo la adaptación. Vive sola y encuentra a faltar a su familia y a los amigos. Además, se siente muy presionada en el trabajo, ya que le exigen mucho y acaba agotada cada día. Mientras habla, se le escapa alguna lágrima que recoge en el clínex que le acercamos.
No es un caso único ni una situación poco vivida en la consulta de atención primaria. De hecho, María nos hace partícipes de una realidad. Atención primaria es mucho más que la puerta de entrada o acceso al sistema de salud; representa un auténtico observatorio de la realidad social, un minarete privilegiado.
La visión holística de la salud de María hace que tengamos muy claro que no es bueno el sufrimiento que nos explica. Quizá todavía María no cumple criterios diagnósticos de depresión, pero estamos convencidos de que la persistencia de la situación que está viviendo acabará minando su salud: su salud física y su salud mental, que al final es sólo una salud. Por eso los mareos…
Atención primaria es la puerta de entrada al sistema de salud, pero sobre todo es un auténtico observatorio de la realidad social, un minarete privilegiado.
Queremos ayudar a María, que busca en el médico mejorar su malestar. Como tenemos algunas habilidades en soporte emocional, intentamos empoderarla con herramientas que le ayuden a afrontar mejor la situación vivida, que no es fácil. Pero ampliando la visión y las estrategias de ayuda para María, pensamos en posibilidades más allá de la consulta.
La comunidad, un agente de salud
Hace unos meses que hemos iniciado en el centro de salud una colaboración con la biblioteca del barrio. Se trata de un proyecto de alfabetización para personas inmigradas con dificultades de comunicación y adaptación. Muchas personas con importantes diferencias culturales llegadas de países muy diversos (Marruecos, India, Pakistán…) se encuentran en situaciones parecidas a la descrita por María desde el punto de vista de adaptación, porque han dejado sus lazos afectivos a miles de kilómetros. Muchas de estas personas vienen a menudo a la consulta. Intentan explicar su malestar físico a través de múltiples visitas en las que, con frecuencia, lo que intentan transmitir es una dificultad en su vida. Se sienten personas incomprendidas en muchos casos, ya que no hablan nuestra lengua.
El proyecto de alfabetización trata de integrar a estas personas en la comunidad y hacer que se sientan mejor y más acogidas, y que no sufran tanto la distancia emocional. Es decir, que mejoren su salud en mayúsculas. La biblioteca es un activo de salud para el barrio, y así deberíamos ver también a las asociaciones y a las entidades que comparten comunidad con el centro de salud; y también los parques y zonas verdes donde se puede hacer actividad al aire libre y ejercicio físico.
Esta visión implica un trabajo en red, con y por la comunidad. Identificar los activos de salud del barrio y prescribir las actividades sociales desde la consulta.
La visión del potencial de la comunidad como agente de salud de la población es muy importante a tener en cuenta por parte también de los profesionales de atención primaria: equipos médicos, de Enfermería y de Trabajo social. Esta visión implica un trabajo en red, con y por la comunidad. Implica la identificación de los activos de salud del barrio y poder prescribir las actividades desde las consultas.
Nuestros centros de salud deberían ser propiamente centros de atención primaria y salud comunitaria, como afortunadamente se quieren potenciar. Esta visión implica una estrategia de trabajo en una dirección alejada de lo que representa la tradicional consulta del centro de salud. Para ello, hay que cambiar dinámicas e inercias y hay que potenciar el trabajo en red desde la comunidad y la respuesta social ante las amenazas para la salud, ya que sabemos muy bien que el 70% de los determinantes de salud tienen que ver con las condiciones sociales.
Como muy bien dice Sir Michael Marmot, director del UCL Institute of Health Equity, «si la mayor parte de los problemas de salud tienen que ver con los determinantes sociales de la salud, las soluciones también tienen que ser sociales».
La prescripción social, eje para una salud con mayúsculas
Cada vez tenemos más evidencia de que las actividades de prescripción social representan un beneficio para la salud. Realizar paseos comunitarios en grupo, por ejemplo, puede ser una actividad muy gratificante que puede mejorar la salud física y la salud mental de las personas, y fomenta la percepción de bienestar y de sentirse parte de la comunidad. Así, remitir a una persona anciana de nuestra consulta a realizar actividades grupales en la comunidad beneficiará en su salud, y más sabiendo que la percepción de aislamiento social resulta nefasta y que hay evidencias que las personas que perciben soledad no deseada mueren antes.
La prescripción social debe ser un eje fundamental para esta salud con mayúsculas, una prescripción social entendida como la indicación de una actividad en la comunidad por su efecto sobre la salud de la persona que la realiza.
Y mientras conseguimos más recursos para trabajar en la sociedad a fin de mejorar la salud de la población, intentaremos desde la atención primaria de salud salir de las consultas y, junto con la comunidad, ayudar a esa salud con mayúsculas, pero que también tiene nombres y apellidos concretos. La prescripción social debe ser un eje fundamental para esta salud con mayúsculas, una prescripción social entendida como la indicación de una actividad realizada en la comunidad por su efecto sobre la salud de la persona que la realiza.
Pero volvamos a María….
María se inscribió como voluntaria en la biblioteca, porque tenía horas libres después del trabajo. Su agotamiento mejoró mucho al sentirse útil ayudando a las personas inmigradas en las clases de alfabetización. Por cierto, una vez coincidieron María y Safia (una mujer de Pakistán alumna de esas clases) en la sala de espera de la consulta. Fue muy emotivo comprobar la relación que existía entre ellas y, lo mejor, la buena situación emocional de las dos, que ahora vienen muy poco a la consulta.
Teléfono de la Esperanza 93 414 48 48
Si sufres de soledad o pasas por un momento dífícil, llámanos.