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Artículo

La urgencia de abordar la salud mental con una mirada enfermera y comunitaria

La promoción de la salud, eje transversal de la atención y de espacios saludables
José Ramón Martínez Riera

José Ramón Martínez Riera

Presidente
Asociación Española de Enfermería Comunitaria
salud mental comunitaria

Resumen

El presidente de la Asociación Española de Enfermería Comunitaria reflexiona en este artículo sobre las asignaturas pendientes en la atención a la salud mental comunitaria.

Tres décadas después que se reformara la Ley General de la Sanidad en la que se establecía el abordaje comunitario de las personas con trastornos de salud mental, dando carpetazo a los antiguos «manicomios», no se ha alcanzado, según el autor, el objetivo de integrar el modelo comunitario de atención a la salud mental con la promoción de la salud como eje vertebrador.

José Ramón Martínez Riera pone de relieve la importancia de incorporar enfermeras especialistas en salud mental y especialistas en enfermería familiar y comunitaria para lograr una atención integral y continuada en el abordaje de la salud mental comunitaria.

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Hace 35 años La Ley General de Sanidad, planteaba una reforma en psiquiatría para atender a las personas con trastorno mental de forma comunitaria y no aislarles en un hospital; por eso, instaba a cerrar los «manicomios» e impulsar unidades de salud mental en la comunidad.

Coincidiendo con esta normativa se iniciaba en España el que vino a denominarse nuevo modelo de Atención Primaria de Salud (APS). La APS tenía como elementos diferenciadores, entre otros:

  • La longitudinalidad, es decir, la relación que se establece a largo plazo entre el profesional de la salud y la persona atendida
  • La accesibilidad
  • La atención integral, centradas en la salud de personas familias y comunidad.

La nueva ley de sanidad y el nuevo modelo de APS permitían contemplar con ilusión la atención a la salud mental desde una perspectiva comunitaria que eliminase tópicos, estereotipos y estigmas que durante tanto tiempo habían sufrido no solo las personas que padecían problemas de salud mental, sino sus familias y los entornos en los que vivían y convivían.

Las Unidades de Salud Mental (USM) creadas al efecto, constituían un nexo de unión entre la APS, en la que se integraban y de la que dependían, y la atención hospitalaria, que favorecía la continuidad de los cuidados en el mejor entorno terapéutico de la persona: su domicilio.

Poner el foco en la salud y no en la enfermedad

Sin embargo, este planteamiento pronto fue derivando hacia un abordaje meramente clínico como resultado de la influencia del modelo imperante en el Sistema Nacional de Salud (SNS) basado en la medicalización, el patriarcado asistencialista, el paternalismo y el hospital centrismo, que acabó en la mayor parte del estado español por absorber a las USM, que pasaron a depender de los hospitales.

Por tanto, podemos decir que desde hace 35 años no existen «manicomios» como infraestructuras, pero la potente inercia centrípeta hacia la medicalización y el hospital centrismo no han permitido desarrollar la esencia del modelo de atención comunitaria, con lo que lamentablemente resurgieron con fuerza los estigmas y con ellos el rechazo sistemático hacia estas personas y sus familias.

¿Responden las actuales estrategias de mejora de la salud mental a las necesidades de las personas y la comunidad?

Tras muchos años de deriva, el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social impulsó un cambio que perseguía la actualización de la Atención Primaria y Comunitaria de Salud en la que está integrada la Salud Mental.

Sin embargo, y a pesar de la buena acogida de las medidas, persiste una fuerte resistencia a la inclusión de abordajes comunitarios en salud mental y a la implementación de una atención y unos cuidados integrales e integrados que pongan el foco en la salud y no tanto en la enfermedad.

Todo ello conduce a la fragmentación de la atención basándola más en las patologías y sus diagnósticos que en los problemas de salud de manera integral, tanto hacia la persona que los padece como a la familia y el entorno de los que forma parte.

Ante este panorama urge integrar el modelo comunitario de atención a la salud mental de tal manera que asegure, la implementación de una atención y unos cuidados integrales e integrados que se alejen de los comportamientos clínico-asistencialistas y paternalistas y tengan como eje vertebrador la promoción de la salud y la intervención comunitaria desde los que desarrollar estrategias en base a servicios comunitarios que den respuestas eficaces y eficientes.

Una atención que no tan solo se centre en la enfermedad, sino que promueva entornos saludables a través de intervenciones comunitarias (escuelas, residencias de personas adultas mayores, ámbitos laborales…) promotoras de salud mental a toda la comunidad que permita mantener sanos a los sanos. Así como la prestación, cuando sea precisa, de una atención próxima, inclusiva y humanizada que articule tanto los recursos del sistema de salud como los recursos comunitarios para dar respuestas eficaces y eficientes a las necesidades de las personas, sus familias y la propia comunidad en su conjunto.

Más allá de inversiones, que sin duda son necesarias, lo realmente prioritario es llevar a cabo una adecuada planificación que reordene y racionalice tanto los recursos comunitarios existentes como los profesionales de salud implicados.

Especial significación y atención debe llevarse a cabo con relación a la incorporación de enfermeras especialistas en salud mental y en enfermería familiar y comunitaria en APS con el fin de llevar a cabo una atención integral, integrada, integradora y continuada en el abordaje de la salud mental comunitaria, en la que es fundamental la participación activa de las personas y las familias en la toma de decisiones.

Después de 35 años la atención a la salud mental comunitaria sigue siendo un reto sanitario y social.

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