«Nos hace falta conocer las experiencias en primera persona para mejorar nuestra práctica profesional»

A menudo encontramos pocos espacios para escuchas a los demás, para escuchar a aquellas personas que son objeto de nuestras curas. He tenido la oportunidad de cursar un máster sobre las curas en salud mental, impartido por el Campus Docente y Parc Sanitari Sant Joan de Déu, que me ha permitido a mí y a otros profesionales ponernos en la piel del día a día de personas con problemas de salud mental. Ha sido un ejercicio de aprendizaje mutuo, de mirarnos en igualdad de condiciones y reflexionar sobre la humanización de la atención y las curas basadas en el respeto de derechos y así, eliminando prácticas poco éticas y poco respetuosas que frecuentemente se perpetúan en los servicios de atención de la salud mental.

Formación y sensibilización de profesionales de la salud mental desde el modelo de la recuperación

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Como pasa en otras esferas de la salud, la participación de las personas con problemas de salud mental en el diseño, la coordinación y la formación en programas formativos orientados a profesionales me parece necesaria e imprescindible. Creo que deberíamos de estar integrados, de hecho, en todos los programas formativos de las diferentes escuelas de enfermería del país.

La voz de las personas con experiencia en primera persona se debe de hacer visible, sobre todo cuando los futuros profesionales de la salud están en período formativo.

Viendo las cosas con la perspectiva de los años, soy capaz de valorar este hecho por todo aquello que pueden aportar en la comprensión de la salud mental en el ámbito más emocional y de decisiones compartidas. En enfermería, es igual de importante ser competente en las técnicas que utilizamos como serlo en nuestra atención más humana, más próxima a la persona, transmitiendo valores como el respeto, empatía, libertad en la toma de decisiones o la igualdad. Se trata de conceptos que, precisamente, se abordan en el módulo sobre recuperación de este máster.

Personalmente, esperaba la llegada de este módulo con muchas ganas, es una fuente de experiencias narradas en primera persona que necesitamos conocer para poder ejercer nuestra profesión con el máximo respeto y profesionalidad.

Estas vivencias, en algunos casos pueden parecer incómodas o, incluso, nos pueden parecer inverosímiles, pero desafortunadamente son la cruda realidad. Particularmente, escuchar estos relatos de personas que han sufrido injustamente el trato discriminatorio por parte del colectivo sanitario me genera una mezcla de rabia, impotencia y vergüenza al mismo tiempo. Por suerte, hemos avanzado mucho como sociedad y como sistema sanitario, sin embargo, todavía queda un largo camino de mejora y, en este sentido, tenemos que conocer estas experiencias para que no se repitan y podamos aprender de los errores cometidos.

Para poder hacerlo tenemos que hablar de ello, conocer las herramientas para evitar caer en malas prácticas o costumbres que hace falta cambiar. Se trata de hábitos que a menudo llevamos de forma intrínseca, que nos dictamina la sociedad o que, en algunos casos, son heredados de las propias unidades o servicios y acabamos normalizando. Un ejemplo flagrante es el trato que se da a personas diagnosticadas con un trastorno mental cuando son atendidas en servicios ambulatorios o de urgencias cuando, por el simple hecho de tener una etiqueta diagnóstica, se les vulneran derechos fundamentales como la libertad, la intimidad o el derecho a la información. Estas prácticas también son muy visibles en los propios servicios especializados de salud mental.

Durante el transcurso del módulo de recuperación se generaron debates que podían resultar incómodos. Entre el alumnado se podía respirar una mezcla de indignación o incredulidad ante la argumentación de algún ponente. Pero estos debates son necesarios para remover consciencias entre nuestro colectivo. Se trata de hacernos pensar y no perder nunca de vista que el tener cura debe de tener la persona y su familia en el centro de nuestra actividad.