Diferencias culturales en los trastornos depresivos
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se calcula que la depresión afecta a más de 300 millones de personas en el mundo, y es la principal causa mundial de discapacidad. La depresión se considera una emoción, y puede ser un síntoma o un trastorno.
Todas las personas, sea cual sea su país de origen y cultura, pueden experimentar sentimientos de depresión, que pueden estar presentes en un proceso de duelo o en enfermedades de diversa índole, o pueden ser un síntoma de un trastorno de salud mental. En todos estos casos, la pérdida suele ser el elemento nodal de la depresión, a veces representada por la reducción de la calidad a vida de la persona, a causa de la disminución de su funcionalidad. Entre las personas refugiadas, por ejemplo, la depresión es una experiencia colectiva y personal de pérdida y trauma. Sin embargo, lo que puede marcar una diferencia real es cómo se interpreta la pérdida y qué significado se le atribuye.
Es decir, la depresión es un trastorno universal, pero hay aspectos culturales que influirán en su manifestación y desarrollo, tal como se especifica en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5): «La cultura proporciona marcos interpretativos que dan forma a la experiencia y expresión de los síntomas, signos y comportamientos que constituyen criterios para el diagnóstico.
La evaluación diagnóstica debe por tanto considerar si la experiencia, los síntomas y los comportamientos del individuo difieren de las normas socioculturales y crean problemas de adaptación en las culturas de origen y en determinados contextos sociales o familiares».
Aunque algunas culturas tienen tendencia a atribuir los trastornos depresivos solo a factores genéticos y biológicos, hay factores psicológicos, sociales, ambientales y culturales que influyen en su desarrollo y que debemos tener en cuenta también para el diagnóstico y el tratamiento. Por ello, es necesario desarrollar instrumentos y personalizar los tratamientos teniendo en cuenta los síntomas y factores propios de cada cultura.
Síntomas distintos y transversales entre culturas
La cultura influye en la manera en que se expresan los síntomas y en cómo se comunican, en las decisiones sobre el tratamiento, en las interacciones entre los equipos médicos y las personas atendidas y en las prácticas profesionales. Aunque la depresión tiene una componente universal, algunos síntomas puden diferir entre las culturas. El contexto cultural sólo te dice cuánto y a qué es importante prestar atención (Kleinman et al. 2004).
En las culturas orientales las personas con depresión suelen describir síntomas somáticos, y no tanto los aspectos psicológicos de su afección. Síntomas como aburrimiento (en lugar de tristeza), sensación de dolor, vértigo y fatiga. En China, por ejemplo, destacan más los síntomas somáticos como la falta de sueño, la falta de apetito y los dolores de cabeza, frente a los síntomas psicológicos (sentimiento de tristeza, inutilidad, etc.), que se expresan más en las culturas occidentales (Chang et al., 2017). Se han propuesto varias explicaciones culturales para argumentar por qué la población china somatiza más que la occidental. La más desarrollada de ellas sugiere que en la cultura china los trastornos de salud mental suelen considerarse una debilidad de carácter y una causa de vergüenza familiar (Chang et al., 2015).
Aunque la depresión tiene una componente universal, algunos síntomas puden diferir entre las culturas.
Lo mismo ocurre en la población árabe, que resulta ser más incline a describir los problemas de salud mental como síntomas físicos. Trastornos que las mujeres parece que tienen más riesgo de presentar, con el agravante de la desigualdad de género existente en algunos de esto países (Al-Krenawi, 2005). Aunque hay aspectos muy diversos entre estos países, las sociedades árabes comparten muchos valores, creencias y prácticas de salud mental que pueden ser decisivos a la hora de dar forma a sus percepciones y a la gestión de todos los trastornos, incluida la depresión (Dardas et al., 2016). Por ejemplo, Gilat, Ezer y Sagee (2010) descubrieron que cuando un miembro de una familia árabe muestra síntomas de trastorno mental, suelen pedir ayuda a familiares cercanos, a familiares proveedores de atención sanitaria, a un jeque o a un líder religioso. Sólo el 11 % recurre a profesionales de la salud mental, pero a menudo se enfrentan a diversos factores, como la escasez de especialistas en salud mental, la falta de recursos, la falta de directrices de tratamiento, la falta de acceso debido a barreras económicas y la estigmatización de los trastornos mentales en las culturas árabes (Al-Krenawi, 2005).
En este sentido, el estigma de tener un trastorno mental existe en todos los países árabes y está asociados a importantes efectos negativos en las personas afectadas y sus familias (Abdullah & Brown, 2011) (Dardas et al., 2016). El Corán (Corán 8:24, Al-Anfal, 24) (mencionado en Dardas et al., 2016) exige a los musulmanes practicantes, que constituyen la mayoría de la población en los países árabes, que busquen tratamiento para la enfermedad, especialmente cuando ésta sea grave, tratable o infecciosa. La actitud negativa hacia los servicios de salud mental impide que las personas árabes tengan depresión, busquen ayuda y reciban tratamiento para ello. Además, algunas culturas árabes siguen creyendo que fuerzas sobrenaturales (por ejemplo, los genios, la magia negra y el mal de ojo) causan los síntomas de los trastornos mentales. Por lo tanto, no suelen considerar la depresión como una enfermedad real que está sujeta a tratamiento profesional. En consecuencia, esto retrasa significativamente la búsqueda de ayuda y conlleva una mayor estigmatización.
Algunas culturas árabes no suelen considerar la depresión como una enfermedad real que está sujeta a tratamiento profesional.
Otro ejemplo de estas diferencias se muestra en un estudio realizado por la Universidad Complutense de Madrid (De la Torre-Luque et al., 2020), que comparó los síntomas entre un grupo de personas mayores residentes en España y otro en Nigeria con trastorno depresivo, buscando puntos en común y diferencias. El síntoma más frecuente en las personas de Nigeria era la desesperanza, mientras que en las personas de España eran la fatiga y el cansancio.
A pesar de que las diferencias culturales se atenúan con los flujos migratorios entre países, especialmente la inmigración de personas desde países como China, India, Pakistán y África a Occidente, la comprensión de la depresión y su creciente aceptación social permanecen diferentes debido a la difícil integración entre culturas.
Factores comunes a todas las culturas
Por otro lado, la cultura está inextricablemente ligada a las condiciones económicas, políticas, psicológicas y biológicas de la persona. La aceptación del concepto de cultura como un proceso dinámico es importante para la comprensión del diagnóstico y el tratamiento de la depresión. De este modo, existen diferentes factores de riesgo de depresión similares en todas las culturas (género, desempleo, acontecimientos traumáticos...). De hecho, hay varios estudios que demuestran que la depresión, independientemente del país de origen, es más prevalente entre las personas pobres que entre aquellas con mayores recursos económicos, y en las mujeres respecto a los hombres. Además, acontecimientos traumáticos como la pérdida de un ser querido, los desastres naturales o las guerras que pueden causar la pérdida de familiares y bienes materiales provocan reacciones como la tristeza, la rabia y el desconfort, que son comunes a cualquier persona.
Sin embargo, no todo el mundo puede reconocer que necesita ayuda, no todo el mundo la pide o la pide de la misma manera y no todo el mundo está dispuesto a aceptarla y a valorarla. Curiosamente, la cultura puede ser un factor protector cuando la red de apoyo social está muy integrada en la sociedad, mientras que el aislamiento y la soledad son factores de riesgos de la depresión (Domènech-Abella et al., 2018).
La depresión, independientemente del país de origen, es más prevalente entre las personas pobres que entre aquellas con mayores recursos económicos, y en las mujeres respecto a los hombres
Por lo que se refiere al tratamiento de la depresión, como el de otras enfermedades, existen líneas guía internacionales que utilizan enfoques farmacológicos y psicoterapéuticos. Por una parte, algunos enfoques psicoterapéuticos válidos en Occidente, como la terapia cognitivo-conductual, también han demostrado su eficacia en Oriente. Del mismo modo, herramientas como la meditación o el mindfulness, de origen budista, que tiene sus beneficios en Oriente, también han demostrado su eficacia antidepresiva en Occidente. Pero cualquier tratamiento terapéutico también debe adaptarse a las especificidades culturales, incluida la medicación.
El apoyo psicosocial ha demostrado ser una herramienta curativa eficaz en todos los contextos culturales. Tener cerca a alguien con quien compartir y confrontar los propios estados emocionales tiene una fuerte función reguladora del propio estado de ánimo.
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