Hablemos de suicidio juvenil
Es evidente que el suicidio juvenil es un tema del que nos cuesta hablar. Pienso que el motivo es, principalmente, el desconocimiento. Hemos crecido rodeados de mitos que nos han hecho creer que si no se habla de suicidio es porque son solo casos aislados o porque, cuanto más se hable de ello, más casos habrá.
Nos hemos olvidado de que, en temas como estos, no es tan importante el qué, sino el cómo. Está claro que si el suicidio se trata de manera morbosa (tal y como hacen algunos medios) o desde la frivolidad, puede ser perjudicial, pero no por eso debemos tener miedo a hablar de ello, sino que debemos empoderarnos y adquirir las herramientas necesarias para trabajarlo de la mejor manera posible.
Me parece importante empezar con dos datos muy significativos. Se calcula que, a nivel mundial, la mortalidad por suicidio es superior a la causada por las guerras y los homicidios juntos. En Cataluña, el suicidio sigue siendo la primera causa de muerte entre las personas jóvenes.
El proceso de una persona con ideación suicida
A menudo, la duda que surge ante un tema tan grave como el del suicidio juvenil es: ¿Qué pasa por la mente de una persona que piensa en suicidarse?.
Lo primero que hay que tener claro es que nadie desea la muerte, sino más bien dejar de sufrir y, en momentos difíciles, la muerte puede parecer la única forma de acabar con el sufrimiento.
Asimismo, el hecho de que una persona decida finalmente «pasar a la acción» se debe normalmente a múltiples factores. Son muchos los aspectos que pueden influir en esta decisión. Por eso es necesario que contemplemos el suicidio desde una perspectiva más amplia, no meramente clínica sino también social.
Para entender el proceso por el que pasa una persona con ideación suicida puede resultar útil compararlo al del inicio de un incendio. Por un lado, está el combustible, es decir, los factores de riesgo, entre los que se encuentran: haber sufrido maltrato o abuso sexual, carecer de apoyo social, formar parte de un colectivo discriminado o bien padecer algún trastorno mental. Por otro, está la chispa, es decir, los factores precipitantes o, lo que es lo mismo, la gota que colma el vaso.
Algunos ejemplos pueden ser: haberse visto recientemente en una situación humillante o de rechazo, una separación amorosa, la muerte o enfermedad grave de un ser querido, la ruptura de una amistad o el fracaso escolar. Por último, están las señales de humo, es decir, de alarma, entre las que se encuentran comportamientos como el aislamiento social, la autolesión, la apatía o los cambios de humor repentinos. También se presentan en forma de malestar emocional: ansiedad elevada, llanto, irritabilidad, etc., o de mensajes de alerta expresados por la propia persona. Estos mensajes pueden ser muy claros o más bien sutiles. Así pues, hay que estar atentos a frases del tipo: «estaréis mejor sin mí», «estoy cansado de luchar, no puedo más» o bien «me gustaría dormirme para siempre».
Cuando un/una joven dice cosas como estas, en el fondo está pidiendo ayuda. Y aquí es donde entra la prevención del suicidio. Como entorno y como sociedad podemos aportar nuestro pequeño grano de arena.
Cuando alguien nos dice que desea morir, debemos tomárnoslo en serio y ofrecerle espacios de escucha y cariño para que pueda verbalizar su sufrimiento.
Es necesario que, con la ayuda de un profesional así como de las personas de su entorno, vaya trabajando esas emociones que le generan tanto sufrimiento. También podemos trabajar la prevención comunitaria, buscando que en las escuelas se enseñe educación emocional, siendo agentes del cambio, desestigmatizando la salud mental, previniendo el acoso escolar u otras formas de violencia, incentivando las actividades saludables y la expresión de las emociones y un largo etcétera de acciones que pueden marcar la diferencia.
Tenemos mucho que decir y mucho que hacer al respecto, así que pongámonos todos manos a la obra para que estas muertes evitables sean cada vez menos y acaben por desaparecer.
Artículo elaborado a partir de la guía «Encarem el suïcidi juvenil» editada por el Consejo Nacional de la Juventud de Cataluña.
Si tienes pensamientos suicidas, pide ayuda:
También puedes comunicarte con los servicios de emergencia locales de tu zona de residencia.
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024
Línea de atención a la conducta suicida -
061
Salut Respon -
900 925 555
Teléfono de prevención del suicidio de Barcelona