Poner límites en la adolescencia
Los padres y las madres tienen que gestionar un equilibrio entre dejar que sus hijos e hijas adolescentes ejerzan su autonomía y, a la vez, mantener un marco de supervisión y gestión de límites seguros. Se trata de ir regulando y encontrando esta distancia de seguridad necesaria para que vayan adquiriendo sus habilidades de autogestión para la vida. En todo este contexto de cambios y retos, los adolescentes necesitan sobre todo dos cosas: apoyo emocional y estímulos.
El apoyo emocional, la confianza y la incondicionalidad son siempre claves para una relación saludable con nuestros hijos. Una relación saludable con nuestros hijos adolescentes es aquella que ofrece un marco de desarrollo en la que se les acompaña, se les guía y se les orienta desde la conexión emocional y el apoyo incondicional. Esto incluye el establecimiento de límites, como una forma de respeto mutuo: hacia el adolescente, al que se han de poner límites como una forma de protección ante situaciones y retos en los que todavía no se han desarrollado las habilidades de autogestión y se requiere de una supervisión externa, y hacia los propios padres, que también han de establecer sus propios límites y respetarse a sí mismos, gestionando su propia disponibilidad, tiempo físico, necesidad de autocuidado y tolerancia.
Debemos hacerles ver que las normas y los límites son necesarios para tener un orden, para protegerlos y para enseñarles las habilidades necesarias, y que no lo hacemos para fastidiarles, controlarlos o porque desconfiemos de ellos. Explicar las normas y límites desde esta posición de protección y respeto es mucho más constructivo y conecta mucho más con sus necesidades de apoyo y confianza.
Límites acordados y revisables
Debemos recordar que los adolescentes están en una etapa de mayor necesidad de reafirmación, con las emociones a flor de piel y con una capacidad de reflexión todavía en desarrollo. Por eso, poner límites durante la adolescencia puede ser más complejo que durante la infancia. Los límites deben tener estas tres características:
- Acordados por ambas partes. Debemos escuchar sus opciones también.
- Anticipados. No puestos de manera reactiva, sino con una buena conversación sobre ellos.
- Revisables. Se aprenderá de los errores; si no funciona, se vuelve a pensar y a acordar.
Es importante explicarles que los límites son necesarios para protegerles y apoyarles. Les podemos decir, por ejemplo: «Hay ciertas cosas en las que todavía necesitas nuestra ayuda porque estas aprendiendo y nosotros debemos procurar esta ayuda en tu aprendizaje»; «Hay situaciones que sabes gestionar, pero puedes encontrarte ante riesgos que todavía no sepas manejar y nuestra labor es anticiparnos para evitártelos».
Les hemos de explicar que las normas y los límites son necesarios para protegerles y para enseñarles las habilidades necesarias, y que no lo hacemos para fastidiarles, controlarlos o por desconfianza.
Y debemos evitar poner límites como imposiciones o que presupongan incapacidad: «Tú no sabes decidir bien, no tomas buenas decisiones». Este tipo de frases incapacitan y pueden generar rabia y rebeldía, o bien baja autoestima e inseguridad.
Cuando se saltan estos límites, ¿qué hacemos?
Cuando se saltan los límites pactados y acordados hay que poder revisar con ellos lo sucedido y entender bien qué ha ocurrido, antes que nada. En primer lugar, estará bien ver si estamos calmados para ofrecer una buena conversación. Es muy importante escuchar qué les ha ocurrido, conocer el motivo, la intención o qué dificultad se esconde detrás de ello.
Como padres, nuestra principal tarea es enseñarles habilidades y prepararlos para tener más herramientas, y sólo lo podremos hacer si sabemos entender y comprender sus conductas y qué hay detrás de ellas. Imaginemos que se ha saltado el límite porque lo vive como impuesto o injusto sin tener en cuenta su opinión y siente que su opinión no cuenta. Pues hagamos que cuente y acordemos los pactos, anticipemos situaciones y revisemos juntos si funcionan.
Si nos limitamos a reaccionar ante la transgresión de la norma o el límite con castigos o consecuencias, nos perdemos la oportunidad de saber qué les ocurre. Entender por qué se saltan ese límite es crucial para enfocarnos en soluciones, aprender de los errores y motivar a utilizar otras herramientas.
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