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El grupo multifamiliar en el tratamiento de los TCA

La terapia hecha entre todos
Eva Resina Palmero
Eva Resina Palmero
Educadora social de la Unidad Funcional Integrada de Trastornos de la Conducta Alimentaria. Área de Salud Mental
Hospital Sant Joan de Déu Barcelona
Pau Soto Usera
Pau Soto Usera
Psicólogo clínico de la Unidad Funcional Integrada de Trastornos de la Conducta Alimentaria. Área de Salud Mental
Hospital Sant Joan de Déu Barcelona
Grupo Multifamiliar TCA

Potenciar espacios en los que las familias y personas atendidas puedan compartir experiencias y emociones durante el tratamiento de un trastorno de la conducta alimentaria (TCA), se convierte en una práctica que beneficia tanto a la persona atendida como a su familia.

Una de estas iniciativas es la que desarrollamos desde la Unidad Funcional Integrada de Trastornos de la Conducta Alimentaria del Hospital Sant Joan de Déu Barcelona. Llevamos a cabo lo que llamamos Grupos Multifamiliares, dirigidos a todas las familias, y en este caso, también incluyendo a la persona atendida. La actividad tiene como objetivo generar un espacio de encuentro grupal donde poder expresar, compartir e intercambiar la gestión de las emociones y el impacto emocional de las experiencias del día a día en el proceso del trastorno. El grupo se conduce desde una perspectiva interfamiliar, es decir, no directiva ni interpretativa, y sin analizar, juzgar o dar consejos. En este sentido, las personas conductoras del grupo son puramente facilitadoras del diálogo, quedando excluidas las experiencias basadas en talleres psicoeducativos o divulgativos sobre el propio trastorno (Sempere & Fuenzalida, 2017).

Por otro lado, es un grupo en el que se trabaja el reconocimiento de las emociones propias y las de los demás, con el fin de intentar mejorar la calidad de la relación familiar. Todos los miembros de la familia están invitados a este espacio, no se excluye a nadie porque se considera que ninguna persona es ajena a la experiencia de las dificultades en las relaciones familiares. Las aportaciones, experiencias e inquietudes de cada uno son imprescindibles para la riqueza y la utilidad del grupo. No obstante, en ningún caso se obliga a intervenir si la persona no se siente preparada.

El papel de las personas conductoras del grupo

El grupo es abierto e ilimitado según el número de familias adheridas al programa, y lo conducen una educadora social y un psicólogo clínico. Para la conducción de este tipo de grupos es necesario que haya un mínimo de dos personas, aunque pueden ser más. Los profesionales que conducen el grupo se mantienen atentos y observadores del diálogo que se va generando, siempre reconociendo los roles que asumen los miembros del grupo y facilitando la participación de todas las personas. Es importante que las conductoras tengan presente que su papel se limita a ser intermediarias del proceso grupal, promoviendo el papel activo de los participantes del grupo y, para que esto suceda, los conductores deben tener no sólo un manejo técnico sino la capacidad de respeto y empatía hacia el resto de participantes, sin establecer jerarquías. 

Así pues, los principios que deben tener las personas conductoras respecto a su posicionamiento ante el grupo son:

  • Establecer una relación igualitaria: deben mostrarse flexibles, con una posición de igualdad, transmitiendo a las familias un mensaje de confianza en relación a las capacidades propias, promoviendo que ellas mismas puedan resolver sus problemas (evitar el rol de profesional que ofrece pautas o consejos).
  • Mantener una actitud no directiva: no deben ser directivos, pero si deben tener una cierta autoridad sin hacer juicios de valor. Hay que evitar dar muchas explicaciones e información al grupo y no dar soluciones ya que pueden influir o limitar el proceso grupal. Esta actitud implica flexibilidad, adoptando una posición de curiosidad activa y de interés.
  • Tener una actitud activa: el liderazgo de las personas conductoras debe implicar acciones que faciliten movimiento en el grupo. Hay que crear límites ante situaciones en las que otros miembros del grupo dominen o impidan que el resto pueda intervenir. También hay que tener una actitud de curiosidad activa (querer saber más de lo que le pasa), o hablar de hipótesis universales «a todo el mundo nos ha pasado», entre otros.
  • Implica un aprendizaje continuo: se trata de un espacio de confort altamente creativo, que también enriquece a los terapeutas ofreciendo la oportunidad de autoconocimiento y de trabajo interno.

¿Qué objetivos tenemos?

  • Promover la cohesión grupal: se considera que la cohesión grupal es el factor más determinante para el éxito terapéutico grupal, dado que promueve un sentimiento de pertenencia, valoración y aceptación de sus experiencias individuales.
  • Potenciar un diálogo abierto y polifónico: las personas que se incorporan al grupo tienden a dirigirse a los profesionales buscando respuestas concretas. Aunque los profesionales pueden facilitar estas respuestas, se trasladará la pregunta y la reflexión al grupo con la finalidad de promover una actitud más activa en los participantes y establecer un diálogo.
  • Potenciar el apoyo emocional de los participantes: La conductora del grupo puede favorecer las expresiones emocionales sinceras dentro del grupo, compartiendo las emociones que a ella misma le generan las diferentes narrativas.
  • Promover la flexibilidad en la comunicación grupal: el grupo multifamiliar es un espacio abierto, transparente y laxo en sus normas, que permite a todos los participantes expresarse en un contexto donde no hay turnos de palabra programados, sino que son espontáneos.

En cuanto a las normas del grupo, éstas se recuerdan de manera verbal al inicio de cada sesión en caso de que sea necesario, es decir, en función de la antigüedad en la asistencia de los miembros y del conocimiento sobre cómo funciona la dinámica. Son normas explícitas e informales que incluyen una nueva manera de hacer terapia y, en cierto modo, una reeducación comunicativa para los participantes.

Las normas básicas son las siguientes:

  • Hablar de uno mismo y por uno mismo.
  • Respetar a los demás.
  • Respetar el turno de palabra.
  • No juzgar.
  • No hablar del trastorno.
  • Compromiso de confidencialidad.

Podemos concluir que este modelo de intervención, ayuda a las familias a sentirse acompañadas, apoyadas, no juzgadas. Ofrece un espacio donde todo el mundo puede tener un lugar y una voz. En muchos casos, la comunicación entre las familias mejora disminuyendo la ambigüedad, dado que ha aumentado la claridad para expresar las necesidades individuales de cada uno.​

También facilita que las personas atendidas y las familias adquieran mayor responsabilidad sobre su proceso, se reduce la confusión y ocultación de información, y promueve una mayor facilidad para llegar a acuerdos tanto con el equipo como entre ellos. 

Este contenido no sustituye la labor de los equipos profesionales de la salud. Si piensas que necesitas ayuda, consulta con tu profesional de referencia.
Publicación: 16 de Octubre de 2023
Última modificación: 16 de Octubre de 2023
Eva Resina Palmero

Eva Resina Palmero

Educadora social de la Unidad Funcional Integrada de Trastornos de la Conducta Alimentaria. Área de Salud Mental
Hospital Sant Joan de Déu Barcelona
Pau Soto Usera

Pau Soto Usera

Psicólogo clínico de la Unidad Funcional Integrada de Trastornos de la Conducta Alimentaria. Área de Salud Mental
Hospital Sant Joan de Déu Barcelona