Recuperación, integración social y acompañamiento al salir del centro penitenciario
Resumen
La reinserción a la vida en comunidad de las personas que han estado sometidas al cumplimiento de una pena privativa de libertad o a una medida de seguridad es un enorme reto tanto para ellas mismas como para la comunidad a la que aspiran retornar con las mayores garantías de integración posibles. Este reto es, a la vez, una gran oportunidad para las estructuras que intervienen y las acompañan en el proceso de rehabilitación y reinserción.
Conseguir una vida satisfactoria y con un nuevo significado para las personas que atendemos, aun y teniendo un trastorno mental grave y estando en situación de privación de libertad, requiere la máxima garantía de estabilidad psicosocial posible.
Para garantizar esta estabilidad debemos establecer un plan terapéutico que se centre en la superación de las dificultades presentes, asumiendo las limitaciones existentes, y visualizando nuevas oportunidades para crear un proyecto de vida sólido y ajustado a las particularidades de cada persona. En este contexto, es necesaria una mirada amplia y la implicación de las dos redes que intervienen (penitenciaria y comunitaria). Es en este punto donde la colaboración entre ambas se vuelve fundamental.
Hay que tener en cuenta que los procesos de reinserción pasan por diferentes etapas en las que intervienen muchos factores (evolución, figuras de soporte, expectativas). Por ello es preciso invertir en modelos de intervención que tengan mayor presencia en la comunidad, fortalecer los sistemas de coordinación entre las estructuras penitenciaria y comunitaria, potenciando la coexistencia terapéutica y optimizando los recursos que intervienen, mejorando a su vez el pronóstico de integración social de las personas que atendemos.
Las personas que retornan a la vida comunitaria tras un tiempo privadas de libertad, con independencia de tener un trastorno mental, requieren de un gran apoyo y flexibilidad por parte de los servicios que ofrece la red comunitaria. Esta premisa puede parecer lógica y asumida por parte de la sociedad, pero la realidad es que la población a la que atendemos en medio penitenciario presenta habitualmente unas características, más allá de la problemática de salud metal, que dificultan una adecuada y progresiva inserción social y que, en muchas ocasiones, deriva en una situación de vulnerabilidad elevando el riesgo de reincidencia delictiva y el retorno a medio penitenciario. Si a esto se añade la presencia de un trastorno mental, las dificultades pueden aumentar exponencialmente sin un adecuado tratamiento y un proceso de inserción personalizado. Por este motivo es clave una adecuada coordinación entre todos los agentes integrados en las estructuras internas y externas, además de una intensa participación comunitaria durante el proceso de rehabilitación, para así aumentar las probabilidades de establecer una adecuada y progresiva vinculación comunitaria.
El papel que desempeña la familia o el contexto social de apoyo de las personas que atendemos constituye un pilar fundamental en el proceso de reinserción. Es importante definir el rol que va a desempeñar el contexto socio familiar de las personas que atendemos. Planificar con tiempo y contar con la participación de la familia en el proceso de reinserción social, ayuda y clarifica como se va a establecer la relación de ayuda.
Una unidad especializada en el tránsito a la comunidad
La reinserción comienza en la fase de rehabilitación. Cuando intervenimos y establecemos un plan de trabajo enfocado a la comunidad, teniendo en cuenta las necesidades, intereses, preferencias y expectativas de las personas atendidas.
Desde 2006 las unidades de hospitalización de salud mental penitenciarias, primero en la UHPP y posteriormente en la UHRPI, hemos integrado este modelo de intervención hacia la comunidad con la creación de lo que llamamos unidad TAC, Tránsito a la comunidad. Desde 2017 esta unidad se encuentra en la UHRPI, con capacidad para 20 plazas. El criterio de ingreso en esta unidad es el tiempo restante de privación de libertad. Entendemos que la reinserción se inicia durante la estancia en el medio penitenciario, y considerando los procesos de vinculación a la comunidad y los trámites y tiempos judiciales, que suelen ser densos y largos, las personas deben trabajar en la reinserción durante al menos los dos años previos a la puesta en libertad.
La unidad de TAC está conformada por profesionales sanitarios con larga experiencia en «externación» y que conocen los procesos requeridos en el ámbito judicial, penitenciario y comunitario para garantizar que las necesidades de las personas que finalizan su estancia en prisión queden cubiertas en el momento de la libertad. Estas necesidades son entre otras, el alojamiento, la garantía de seguimiento en salud mental comunitaria y los sistemas de apoyo, como son la familia u otros grupos de soporte. A estas necesidades debemos añadir la capacidad económica, la gestión documental y en ocasiones el cumplimiento de las medidas de libertad vigilada que puedan imponerse.
Desde la unidad de TAC tratamos de cubrir estas necesidades a través de intervenciones psicológicas, de enfermería, educativas y sociales, que garanticen por parte de la persona atendida la gestión del trastorno mental, del control emocional, de la vivencia del estigma, la integración familiar, la actividad formativa y/o laboral y todas aquellas áreas deficitarias que requieran atención. Para ello, nos valemos de las posibilidades que nos permite el medio penitenciario/judicial, como son las salidas terapéuticas y los permisos. Vinculamos y acompañamos a la persona a todos los ámbitos requeridos. Acompañamos al domicilio, a las primeras visitas con el centro de salud mental que le corresponda, a los servicios sociales y a los dispositivos necesarios.
Afortunadamente, en el año 2017, se implemente el Programa de Soporte Individualizado (PSI) de ámbito penitenciario, dirigido a las personas internas que presentan un trastorno mental severo y se encuentran en un régimen de semilibertad (lo que se conoce como tercer grado penitenciario). Esta figura da continuidad asistencial en el momento de retornar a la comunidad. Se trata de un recurso voluntario que se ofrece a la persona en el momento final de su cumplimiento para que reciba el soporte externo necesario. El tipo de soporte, la frecuencia y, en definitiva, la relación entre el gestor de casos del PSI y la persona se decide de forma conjunta. Se establece a través del PSI un acompañamiento a los servicios de la red comunitaria, que contribuye a reducir el estrés que genera el afrontar un cambio vital de gran magnitud que requiere asumir mayor autonomía, independencia y responsabilidad. La experiencia vivida apoya la idea de fomentar este seguimiento, que además fortalece la vinculación con los servicios de la comunidad.
Teléfono de la Esperanza 93 414 48 48
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