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El miedo cuando no es patológico tiene una función protectora (es lo que nos hace girar para comprobar que hemos apagado el fuego). En este caso, probablemente te está empujando a valorar tu propia relación con los alimentos, a trabajar para mejorarla y para evitar un daño mayor.
Se ha visto que la rigidez alimentaria en los progenitores, así como catalogar los alimentos en buenos y malos, demonizando los segundos, puede dar lugar a conductas alimentarias desordenadas.
Recuerda que para que la alimentación sea saludable no solo importa lo que comemos, sino cómo lo hacemos. Una alimentación flexible que tenga en cuenta nuestras necesidades nutricionales, hambre, saciedad, el placer, el componente social, etc.
