Claves para la prevención de la conducta suicida
La prevención del suicidio posee tres niveles:
- Universal, dirigida a la población general
- Selectiva, dirigida a grupos de riesgo
- Indicada, dirigida a personas que han presentado alguna conducta suicida (entendida como ideación o intento).
Podría decirse también que la prevención universal son medidas más a largo plazo, la selectiva a medio plazo y la indicada a corto plazo. En los tres casos, se pretende minimizar el efecto de los factores de riesgo y precipitantes de la conducta suicida y potenciar sus factores de protección.
No sabemos por qué se suicidan las personas. Tampoco por qué se deprimen, o por qué padecen cáncer. Eso no significa que no sepamos cómo prevenirlo.
Estos factores de riesgo, precipitantes y protectores también poseen una naturaleza más universal, selectiva o indicada. Es por ello por lo que, entre estos factores y el nivel de prevención hay una estrecha relación, de manera que estos factores determinan el tipo de prevención a implementar y las acciones que debemos llevar a cabo para contrarrestarlos.
Algunos de estos factores son inmodificables por la intervención del entorno social o por la de los profesionales (por ejemplo, la edad) pero otros muchos sí que pueden modificarse a nivel de comunidad o de sistemas de atención (a corto o a largo plazo; directa o indirectamente). Eso es lo que persigue la prevención. Veamos cómo lo hace.
Prevención universal
En el nivel de prevención universal, pueden realizarse acciones como:
- Desplegar políticas de seguridad y estabilidad laboral, económica y de vivienda.
- Elaborar planes y desarrollar políticas preventivas.
- Introducir la educación emocional en los centros de enseñanza.
- Promover el correcto abordaje informativo de la conducta suicida en los medios de comunicación.
- Supervisar contenidos prosuicidas en redes sociales. Controlar el odio y acoso que en algunos casos se vierte a través de ellas.
- Introducir elementos limitantes o disuasorios en puntos negros de suicidios (lo que llamamos en Suicidología hotspots) u otros medios letales.
- Mejorar los sistemas de información e investigación.
En definitiva, en este nivel de prevención universal habría que promover sociedades sanas, seguras, informadas y solidarias, también ante el riesgo suicida.
Prevención selectiva
En el nivel de prevención selectiva hay que identificar y contrarrestar esos factores de riesgo que caracterizan a cada colectivo. Algunas de las acciones que se pueden realizar en este nivel de prevención selectiva son:
- Evaluar y derivar a tiempo a alumnos que puedan presentar este riesgo, a las personas mayores en los servicios sociales, a menores en situación de vulnerabilidad social.
- Reforzar el cribado del riesgo suicida en personas que acuden a atención primaria de la salud
- Extender los cuidados paliativos
- Disponer de medidas de prevención estructural y funcional en centros penitenciarios
- Incorporar la prevención del riesgo suicida dentro de las políticas de prevención de riesgos laborales (especialmente a profesiones con acceso a armas de fuego u otros medios letales)
- Incluir la categoría profesional, el desempleo u otros datos relevantes en las estadísticas de defunciones, etc.
Prevención indicada
Por último, la prevención indicada se dirige a personas que han presentado algún tipo de conducta suicida, desde su grado más leve (por ejemplo, ideas de muerte) hasta el más grave (intentos de suicidio con daños y secuelas).
Estas personas pueden presentar factores de riesgo individuales o sociofamiliares. Algunos de estos factores de riesgo pueden, nuevamente, no ser modificables por los profesionales y otros sí. Así, no se puede intervenir directamente en factores de riesgo como la edad, el sexo, la posible carga genética, los antecedentes de conducta suicida propios o familiares, el estado civil, la situación laboral o económica, la soledad, los malos tratos o abusos en la infancia, la falta de red social de apoyo o los conflictos interpersonales (como las separaciones conyugales), por mencionar algunos.
Pero sobre otros factores de riesgo sí que se puede actuar profesionalmente. Y no solo desde el ámbito sanitario. Revisémoslos.
Las fuerzas de seguridad son las primeras en presentarse en un intento de suicidio. Una capacitación en este sentido evita muchas muertes.
Algo semejante ocurre en los cuerpos de bomberos. Muchas veces son quienes tienen que intervenir al exigirlo las condiciones de la crisis suicida (ubicación en altura o de difícil acceso, por ejemplo).
En el ámbito sanitario, algunas acciones en este nivel de prevención indicada podrían ser:
- Disponer de profesionales de la psicología en todos los servicios de emergencias autonómicos.
- Incluir la intervención telefónica o in situ en crisis suicidas en la formación de todos los profesionales de emergencias.
- Evaluar sistemáticamente el riesgo suicida en atención primaria de salud a través de una mayor concienciación y capacitación de sus profesionales ante este problema.
- Este comentario es igualmente válido para los servicios de urgencias, unidades de hospitalización y en los centros de atención ambulatoria a la salud mental.
- Disponer de códigos o alertas de riesgo de suicidio que organicen el proceso asistencial a personas que lo presentan: desde su detección hasta su seguimiento, pasando por todo el proceso de intervención; incluyendo también a sus familiares y allegados.
- Interconectar los diferentes niveles asistenciales para ofrecer una respuesta coordinada y conjunta.
La atención a las personas supervivientes
Incluso después de una defunción por suicidio podemos seguir interviniendo. Esta vez en su entorno cercano, en las personas que se conocen como supervivientes: personas que sobreviven al suicidio de un ser querido. A la atención que está dirigida a ellas la llamamos postvención. Y toda postvención también es preventiva, sobre todo en aquellos miembros más vulnerables.
Estas personas que, muchas veces, incluso están forzadas a mentir sobre la causa real de la muerte de su ser querido, tienden a sufrir en soledad un duelo especialmente difícil. Un duelo centrado en muchas ocasiones en la culpa de no haber hecho algo para evitar la muerte del ser querido, o de haber hecho algo que pudo provocarla o precipitarla.
Hasta hace pocos años ni siquiera existía una asociación de supervivientes en España. Afortunadamente, esto ha cambiado mucho y otros muchos supervivientes siguieron el camino abierto por Cecilia Borràs y la Asociación Después del Suicidio en Barcelona. Hay que apoyarlas a todas ellas, promoviendo su creación, facilitándoles lugares de atención y un mínimo de recursos para realicen su labor, entre ellas, para que se desarrollen, por ejemplo, grupos de ayuda mutua, que hacen una labor a la que no llega la atención profesional.
En materia de postvención hay que conocer los posibles factores que han podido influir en el suicidio de una persona. Para ello son útiles las autopsias psicológicas. Deberían ser obligatorias (por imperativo judicial), al menos, en los casos de suicidio infantil (es inexcusable no investigar qué ha podido llevar a un niño o una niña de, por ejemplo, doce años, a quitarse la vida).
Son también supervivientes los profesionales que han perdido alguna persona a la que atienden por este motivo. Estos supervivientes también tienen que tener la oportunidad de poder gestionar adecuadamente la pérdida.
Una última clave: es crucial para cualquiera de nosotros la vivencia inmediatamente posterior a la muerte por suicidio de un ser querido, sobre todo si es in situ.
El qué, quién y cómo hagan o digan los diferentes intervinientes en esa situación puede marcar de por vida a la persona superviviente.
Un abrazo a tiempo, una orientación de qué hacer o dónde acudir, no abandonar y dejar a su suerte a los supervivientes, unos consejos y orientaciones prácticas sobre qué y cómo hay que hacer en los próximos días, unas acertadas y sinceras palabras pueden ser gran ayuda en determinados momentos.
Muchas de estas acciones están al alcance de cualquiera: hablar, preguntar sobre cómo se encuentra de ánimo un compañero de trabajo, un familiar, un amigo, un alumno, un usuario del sistema de salud, probablemente sea la acción preventiva más eficaz. Pedir ayuda podría ser la otra.
Pero primero hay que ser conscientes de la magnitud e impacto de la conducta suicida a nivel individual y colectivo y tener siempre presente que el suicidio solo puede ser prevenido o llorado. Hagamos lo primero para que nadie tenga que hacer lo segundo.
Si tienes pensamientos suicidas, pide ayuda:
También puedes comunicarte con los servicios de emergencia locales de tu zona de residencia.
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024
Línea de atención a la conducta suicida -
061
Salut Respon -
900 925 555
Teléfono de prevención del suicidio de Barcelona