Las consecuencias de la soledad no deseada en personas mayores
Resumen
La soledad no deseada en las personas mayores provoca serias repercusiones en su salud psicológica y física, incluyendo aumento de depresión, ansiedad, y trastornos del sueño. Este aislamiento emocional es un factor de riesgo independiente de demencia y está vinculado con un deterioro cognitivo más pronunciado debido a la falta de interacción social y actividad mental. Adicionalmente, la soledad puede llevar a deficiencias nutricionales por cambios en los hábitos alimenticios, así como a un incremento en la morbilidad y mortalidad derivados de eventos cardiovasculares.
Las principales consecuencias que tiene la soledad no deseada en las personas que la padecen afectan sobre todo a la salud psíquica y mental, que provocan el aumento de la incidencia de depresión, ansiedad y trastornos del sueño.
Como sentimiento subjetivo de sufrimiento, provoca un estado de estrés prolongado en la persona que la padece, que puede manifestarse clínicamente como ansiedad.
Es más frecuente por las noches, por lo que suele acompañarse de trastornos del sueño. Y le lleva a una sensación de desesperanza, negatividad, pesimismo, inseguridad y falta de confianza, que le provoca una mayor tendencia al aislamiento, a la tristeza y a la depresión (Santini, 2015) (Domènech-Abella, 2017).
El suicidio entre las personas mayores se incrementó el 8,8 % en los últimos 5 años, según los últimos datos definitivos de 2017 a 2021 publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE). En España, un total de 1.235 personas mayores de 65 años fallecieron en 2021 por suicidio. El 75 % fueron hombres y el 25 %, mujeres. Las personas mayores experimentan con más frecuencia el dolor por la muerte de un ser querido o un descenso del nivel socioeconómico como consecuencia de la jubilación, o la discapacidad, factores que pueden ser causa de pérdida de independencia, soledad y angustia.
Se ha observado también que las personas mayores que viven solas tienen más deterioro cognitivo y más altas tasas de demencia que las que viven en compañía. Eso es así porque la soledad genera sentimientos de inseguridad y desconfianza mantenidos y prolongados, que además de ansiedad y depresión, produce una disminución de la capacidad de atención y de concentración, lo que junto a la falta de relaciones con otras personas y de actividad mental, afecta a la memoria, sobre todo reciente, y termina produciendo deterioro cognitivo progresivo (Kuiper et al.,2015).
En el estudio sobre el envejecimiento realizado en Ámsterdam, el grupo de Holwerda hizo un seguimiento durante 3 años a más de 2.000 personas mayores, objetivando que la soledad no deseada es un factor de riesgo independiente de demencia, y que hay más incidencia de demencia en las personas mayores que viven solas y sufren soledad no deseada (Holwerda et al., 2014).
Sin embargo, la soledad no deseada no solo tiene consecuencias en la salud mental, sino que también afecta a la salud física, ya que se ha observado que las personas sufren mayores incidencias de eventos cardiovasculares, como infartos de miocardio o ictus. De hecho, muchos médicos consideran la soledad no deseada como un factor más de riesgo vascular modificable, al igual que el tabaco, el sedentarismo o la obesidad, y que es mayor la mortalidad entre las que viven solas (Valtorta et al., 2018).
Otro aspecto objetivado ampliamente en las personas mayores que viven solas son las deficiencias nutricionales. No se preocupan por la preparación de comidas; el aislamiento las lleva a comer menos y a comer peor, lo cual hace aumentar las comidas fáciles y precocinadas —así como los hidratos de carbonos y las grasas—, y reducir las proteínas. De aquí que se produzca un aumento de los desequilibrios nutricionales entre las personas mayores que viven solas: tanto pérdidas de peso con riesgo de desnutrición o desnutrición como sobrepeso y obesidad. Es especialmente preocupante la obesidad sarcopénica, en la que el sujeto aumenta su peso y el índice de masa corporal, pero a expensas de un incremento del tejido graso. Ello conlleva una disminución de masa muscular, que desencadena una mayor pérdida de fuerzas y un deterioro funcional (Besora-Moreno et al., 2020).
Las personas que sufren soledad tienen mayores tasas de consumo de recursos sanitarios: el número de consultas médicas y hospitalizaciones aumenta, así como las tasas de institucionalización en residencias. Además, la mortalidad en los que la sufren es más elevada.
Este artículo se ha publicado originalmente en la Guía para el acompañamiento de la soledad no deseada en personas mayores. Solidaridad San Juan de Dios.
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