Como en otras disciplinas, el impacto de las artes y de las metodologías artísticas en el bienestar físico y emocional de las personas es objeto de permanente observación por parte del ámbito de la investigación, especialmente en un contexto donde la constatación de la evidencia científica supone su aval para su posible recomendación o prescripción terapéutica social.
Cada vez son más numerosos los estudios empíricos cuyos resultados confirman y asumen el impacto de las disciplinas artísticas como catalizadoras o facilitadoras de mejora en ámbitos como la salud, por ejemplo, en el campo de la oncología, la fibromialgia o la salud mental, o en el ámbito del trabajo con colectivos especiales, por poner sólo algunos ejemplos.
Podríamos cuestionar, desde el rigor científico aplicable a otro tipo de ensayos, que buena parte de los estudios publicados todavía presentan carencias metodológicas como la diversidad de variables no controladas, la dificultad de replicabilidad, la falta de grupo ciego o la reducción del número de sujetos que componen las muestras y que, estadísticamente limita en gran medida la significación de los resultados. Todos ellos son, seguro, aspectos en los que seguir avanzando en el futuro. Y, no obstante, pese a las limitaciones metodológicas, existen constataciones empíricas que avalan el reconocimiento implícito de dicha evidencia.
Ponemos dos ejemplos:
El impacto de la actividad física y social para el bienestar emocional de las personas y su prescripción social, aunque embrionaria, está reconocido y ya forma parte de los objetivos clave de nuestro sistema de salud, siguiendo las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Unas recomendaciones que la propia organización hace extensivas de forma explícita al uso y recomendación de las artes y las actividades artísticas.
Los nuevos desarrollos en neurociencias y neuroimagen han facilitado grandes avances científicos que nos acercan, como nunca antes, a tratar de entender cómo funciona nuestro cerebro, y con él, nuestro bienestar psíquico y emocional. Miles de estudios del máximo rigor científico han demostrado, por ejemplo, la evidencia de la plasticidad cerebral y cómo se transforman las estructuras neuronales a partir de nuevos aprendizajes.