Los datos que normalmente trascienden sobre los profesionales de la salud son preocupantes por el nivel de ansiedad, estrés y depresión, incluso de abandono, en un escenario en el que ya se arrastraba falta de profesionales. ¿Cuál es el escenario sobre el que trabajan, qué líneas de actuación tienen ahora mismo en marcha para abordarlos?
«Si pensamos que la salud de los y las profesionales de la salud tiene que ver sólo que los propios profesionales, nos estaremos equivocando. Sabemos que uno de los factores desencadenantes de una buena o mala salud es la propia organización. En este caso, las organizaciones sanitarias son históricamente muy complejas y jerarquizadas de una determinada manera, aspectos que no ayudan en las condiciones de trabajo.
Las organizaciones sanitarias deberían hacer un análisis profundo sobre qué cambios deben hacer en beneficio de la salud de los y las profesionales. A mi entender, la pandemia nos dejó una gran lección: hacer cosas distintas para que ocurran cosas diferentes, pero tengo la sensación general que nos hemos olvidado un poco. Algunas organizaciones, tanto públicas como privadas, están ya haciendo cosas diferentes, pero mi impresión es que no es una tendencia general en el ámbito sanitario.
Por otro lado, soy de los que creen que, si el propio sistema genera malestar, éste debe dar recursos a los profesionales para que se cuiden. Confluyen, pues, varios aspectos: las propias condiciones de la organización (cargas de trabajo, calidad y organización del trabajo), y la responsabilidad que deben tener los profesionales sobre su propio autocuidado.
Una mala praxis tiene una repercusión a nivel de salud pública, y esto supone que el y la profesional tenga que cuidarse para hacer bien su trabajo. Hacer falta, por tanto, una actualización de aspectos competenciales, pero también de entender cómo está uno mismo y qué necesita o qué puede hacer.»