«Desde que me atienden en salud mental, de repente dejé de ser escuchada»
Ser mujer es un factor de riesgo para tener una peor salud mental. Tanto es así, que el 23,4% de las mujeres refieren tener una mala salud mental, frente al 15,6% de los hombres (informe SESPAS 2020). El riesgo de padecer depresión o ansiedad es entre dos y tres veces superior en el caso de las mujeres que en los hombres (Encuesta Nacional de Salud 2017).
Ser mujer y tener un problema de salud mental, son factores de riesgo para sufrir violencia machista. Las mujeres que tienen un problema de salud mental también ven multiplicado por cuatro el riesgo de sufrir violencia por parte de la pareja o expareja, llegando a ser hasta el 80% las mujeres con esta problemática de salud las que han sido víctimas de violencia en algún momento de su convivencia en pareja. El 42% de estas mujeres no lo identifican como violencia machista. Y las que sí lo hacen y lo denuncian, tienen el riesgo de que se les reste credibilidad por el hecho de tener un problema de salud mental.
Así, las mujeres con problemas de salud mental viven siempre una doble discriminación: por ser mujeres y por sufrir un problema de salud mental.
De todo ello nos habla María del Mar, usuaria de la red de servicios de salud mental, víctima de violencia en el ámbito familiar durante 22 años y formada en materia de género.
«Desde que me atienden en salud mental, de repente he dejado de ser escuchada». Así nos explica cómo su condición de padecer el problema de salud mental hace que sienta que su voz, su opinión, sus pensamientos y decisiones son a menudo cuestionados por el sistema asistencial de salud mental.
En ocasiones, incluso se ha sentido forzada a «decir que estoy bien», o a decir lo que la otra persona espera oír de ella. Lleva años de trabajo personal para convivir mejor con su situación y, pese a ello, sigue viendo como «lo que otras personas piensan sobre mi vida es más válido que lo que expreso yo», afirma.
Cuestionar la veracidad de sus palabras por el hecho de padecer un problema de salud mental se ha dado en situaciones tan diversas como acudir a un centro de salud por sospecha de COVID-19 (no por iniciativa propia, sino por indicación de otro facultativo) o al hablar de los malos tratos que sufría. Fue víctima de acoso sexual, pero no se atrevió a denunciarlo porque dio por hecho que «nadie iba a creerme y por miedo a represalias».
Cuando algún profesional le pide a María del Mar que entienda su desconfianza ante lo que le explica, siente que la otra persona le minimiza, no le cree y revictimiza.
Según María del Mar, este tipo de situaciones les sucede a las mujeres con problemas de salud mental pero no por problemas de comunicación con el otro, o por un diagnóstico de salud mental, sino por una cultura patriarcal que «impregna el sistema de atención a la salud».
«Tiene que ver con la doble discriminación. Cuando las mujeres con trastorno de salud mental nos mostramos seguras, firmes y solicitando derechos, se nos criminaliza», afirma.
Comenta que, si fuese un hombre o no tuviese un problema de salud mental, sería más escuchada y menos cuestionada.
María del Mar nos interpela a hacer un ejercicio de introspección, a analizar nuestros prejuicios de género y vinculados a la salud mental, a cuestionarnos nuestra forma de ver y atender al otro, cuando es mujer, sufre o ha sufrido violencia machista, y tiene un problema de salud mental. «Ya no es tiempo de seguir sensibilizando o concienciando. Es tiempo de cambiar».
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Desde esta entidad, nos llega el testimonio de una mujer, María Mar, que no se siente suficientemente escuchada por el simple hecho de tener un problema de salud mental. Cuando a esta condición se suma la de ser víctima de violencia machista, la doble discriminación se hace más patente.