¿Por qué ser mujer con autismo te hace más vulnerable?
Aina tiene veinte años, lleva ocho recibiendo intervención específica en un centro para personas con autismo, allí le han enseñado a saludar mirando a los ojos y estrategias para no bloquearse tomando decisiones o cuando tiene que hablar en público. También ha aprendido a moverse en el autobús, a pedir y pagar en un restaurante o a maquillarse. Suena todo muy básico y puede percibirse la imagen de una persona que necesita mucho apoyo; en parte es así, pero, por otro lado, Aina cursa estudios universitarios, ha sido capaz de hacer algunos buenos amigos y conservarlos durante años y, por fases e intereses, en muchas cosas se muestra extraordinaria. Siempre fue dulce, buena académicamente, una dibujante con gran soltura y una devoradora de libros. Cuando la ves, llama la atención su voz casi extinta, el habla levemente por encima del susurro (aunque se le han dado claves para adecuar el tono de voz), los gestos minúsculos. Es muy delgada, siempre le ha costado comer, separa las diferentes texturas y prefiere comer en casa al mejor restaurante de lujo del mundo.
Durante sus años de colegio y de instituto tuvo una suerte relativa; hubo períodos de exclusión en los que ella trataba de pasar desapercibida, pero pronto confraternizó con dos personas afines, un chico y una chica que la acompañaron hasta la época universitaria en un relativo encuentro con el silencio y la calma. De otro modo, la soledad y la dificultad para encajar se hubiera hecho más palpable. Con ese clima de protección nada hacía pensar que la cápsula de apoyos que la rodeaba tuviera fisuras, pero Aina era una chica parca en palabras, poco expresiva, obediente y que buscaba y busca agradar en extremo. En su entorno próximo, un primo dos años mayor la buscaba para jugar. Aina enseguida se mostró reticente, pero en su familia, conscientes de lo extraordinario que era que un igual la buscase y la quisiera incluir en sus juegos, la animaban a socializar.
¿Qué puedes hacer y decir cuándo tu hija te cuenta que han abusado de ella?, ¿Cómo puedo gestionar el remordimiento por no haber percibido nada?
Han pasado seis años, pero un disparador, una noticia en la televisión y un momento de cruce de sincronías y predisposiciones a la revelación hacen que Aina diga: «También yo». La madre acoge como puede la noticia, con culpabilidad, negación, aceptación y sensación de torpeza, todo en unos segundos. Quiere que su hija le cuente todo lo que pasó y no quiere que sufra innecesariamente al hacerlo. Sabe que va a tener que tomar decisiones con respecto a la familia extensa, la hermana, y respecto a su propia hija para protegerla, pero que las decisiones no son fáciles, que implican fractura, duelo, coraje y negación. No es tan sencillo como que el bien y la verdad ganan, pero sí sabe que su hija necesita su apoyo.
¿Qué puedes hacer y decir cuándo tu hija te cuenta que han abusado de ella?, ¿Cómo podía haberme dado cuenta antes que no querían jugar sino utilizarla?, ¿Cómo puedo gestionar el remordimiento por no haber percibido nada?.
A veces, cuesta ver todo lo que sí se ha hecho bien. La madre de Aina acogió a su hija diciendo que era muy valiente al contarlo, validó su narración con un «siento mucho que hayas pasado por esto y agradezco que puedas contarlo, voy a ayudarte», buscó apoyo profesional para abordarlo y tomó decisiones complejas, conjuntamente con su hija, para protegerla y no forzar ninguna situación en contra de sus deseos. Aún así, quedaba la sensación de no haberlo visto a tiempo para pararlo, evitarlo o poder prevenir. Ese es el tiempo con el que cuentan las niñas que ahora se diagnostican tempranamente con autismo y que no tuvieron las generaciones anteriores.
Sobre nuestra capacidad para observar: A veces, los temas de los que no hablamos, que mantenemos como un tabú protector se dan media vuelta y nos dicen que no se pueden ver porque los ocultamos, pero esto es una cuestión social, un pacto basado en nuestros niveles de tolerancia y nuestra necesidad de mantener un equilibrio con el pacto de realidad. Es saludable hacerlo. No podemos vivir en el miedo, pero no vivir en el miedo también tiene sus fisuras, porque al no pensarse una realidad, ésta no se observa, la escucha se desactiva y las alertas leves se vuelven indetectables. ¿Tenemos un gato de Schrödinger o no lo tenemos?
Prevenir los abusos en las chicas con autismo
Esta es una historia real que pone de relieve lo que algunos autores han señalado: que las mujeres con autismo son más vulnerables a vivir abusos sexuales, pero que la intervención temprana puede ayudar a protegerlas. (Mademtzi et al., 2018) (Rynkiewicz et al., 2019) (Sedgewick et al., 2019). Esto no significa que los chicos con autismo no sean también más vulnerables que la población general, pero sí implica que, como en otros sectores, si eres chica, las posibilidades son mayores. Otros autores plantean la necesidad básica de trabajar de manera específica aspectos como los niveles de intimidad, los secretos buenos y malos, decir que no, pedir ayuda, diferenciar la propia situación de abuso, el consentimiento entendido como verdadero deseo de consentir y la prevención del suicidio. (Stewart et al., 2022) (Wijngaarden-Cremers, 2019).
Si pensamos en la situación de vulnerabilidad de las mujeres con autismo con mayores necesidades de apoyo, mujeres no verbales, la fragilidad y el desafío preventivo aumentan. También si sabemos que, al entorno del patio de escuela, al familiar, al social, se ha sumado el virtual, seremos conscientes de que las probabilidades de victimización se han fortalecido. En este sentido, el hecho de utilizar en mayor medida internet y sus redes es en sí mismo un factor multiplicador de la vulnerabilidad. (Triantafyllopoulos et al., 2022).
Las mujeres con autismo son más vulnerables a vivir abusos sexuales, pero la intervención temprana puede ayudar a protegerlas
¿Qué podemos hacer por nuestras chicas? ¿Cómo mejorar la prevención? ¿Qué alertas pueden tener las familias?
Podemos crear espacios y momentos de conversación, apoyarnos en materiales como el cuento Kiko y la mano o vídeos como los que tiene Pixar, y aprovechar cualquier situación cotidiana para hablar desde la perspectiva de la prevención; facilitar al máximo la autonomía en la higiene; interesarnos por protocolos antibullying o de prevención sexual en centros educativos e instituciones.
Observar los cambios conductuales en alimentación, sueño, intereses, tipo de juegos (con violencia, sexualizados tempranamente), dibujos, expresiones de rechazo de lugares o personas con las que antes aceptaban ir, conductas regresivas como volver a hacerse pipí o caca, o desear nuevamente muñecos o chupetas que hacía tiempo había dejado atrás, pueden ser cambios que nos alerten de qué algo sucede, y, desde ahí, tener una visión prudente, respetar las conductas, acompañar con las emociones y, si nos encontramos despistados, consultar con un profesional.
Teléfono de la Esperanza 93 414 48 48
Si sufres de soledad o pasas por un momento dífícil, llámanos.