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Artículo

¿Por qué las mujeres tienen más trastornos depresivos que los hombres?

Hipótesis para explicar las diferencias de género en la depresión
Gemma Parramon

Dra. Gemma Parramon Puig

Psiquiatra
Hospital Universitario Vall d'Hebron
Dona i depressió

Desde principios del siglo XXI, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se ha incrementado casi un 20 % la detección de depresión en todo el mundo. Las mujeres menores de 29 años y mayores de 55 años son las principales afectadas. Se estima que más del 25 % de mujeres presentará un episodio de depresión mayor a lo largo de su vida, frente al 12 % de los hombres.  

Los estudios epidemiológicos muestran sistemáticamente que, a partir de la pubertad, los trastornos depresivos y los trastornos de ansiedad son de dos a tres veces más frecuentes entre mujeres que entre hombres. Según el Instituto Nacional de Estadística, en España, en julio de 2020, la prevalencia de depresión en mujeres era del 7,15 %, frente al 3,5 % de los hombres. En los episodios depresivos graves la diferencia es aún mayor: por cada caso grave en hombres hay 3,5 en mujeres.

Juan Angel Bellón

Dr. Juan Ángel Bellón Saameño

Médico de familia, profesor y coordinador
Grupo de investigación SAMSERAP (Salud Mental, Servicios y Atención Primaria)

Aunque estos datos se van replicando en todos los estudios, cuando se estudian subgrupos de población socialmente homogéneos en términos de educación, cultura, paridad y otros aspectos, no siempre se encuentran diferencias de género. Este hallazgo permite hacer algunas consideraciones. Si bien la depresión por lo general es más frecuente en la mujer, el predominio femenino no siempre es consistente en todos los subtipos depresivos. Otra consideración es que las diferencias de género son más evidentes en muestras comunitarias heterogéneas y pueden estar ausentes en muestras de grupos socialmente homogéneos. Por tanto, hay indicios que sustentan que no es que las mujeres sean más propensas a desarrollar depresión, sino que las mujeres experimentan más factores sociales precipitantes y son más vulnerables a determinados factores sociales.

Se han planteado varias hipótesis para explicar las diferencias de género en la depresión. Estas hipótesis explicativas no son excluyentes entre sí, y probablemente se complementen. Hablamos de hipótesis biológicas, de hipótesis socioculturales y de hipótesis que amplifican artificialmente las diferencias de género.

Factores biológicos que contribuyen a tener depresión

Los factores biológicos que pueden contribuir a la vulnerabilidad a la depresión son genéticos y hormonales y, en estos últimos, principalmente están involucrados los esteroides sexuales. Esta hipótesis hormonal está apoyada por el incremento de trastornos depresivos en la pubertad y por la disminución de la incidencia en la postmenopausia. También se ha investigado que podría haber factores genéticos que contribuyan a estas diferencias entre hombres y mujeres, pero hasta ahora no se ha encontrado ningún soporte empírico consistente.

La caída brusca de estrógenos en la sangre, experimentada antes de la menstruación, después del parto y durante la menopausia, se relaciona con momentos de mayor vulnerabilidad para tener depresión, ansiedad y otros trastornos psiquiátricos importantes o, incluso, para agravar patologías existentes en la mujer. Es muy importante para el tratamiento de los trastornos mentales en las mujeres entender cómo las hormonas sexuales, principalmente el estradiol pero también la progesterona,  influyen en la neurotransmisión, la neuromodulación, la plasticidad sináptica y la neurodegeneración. Prácticamente, todos los sistemas de neurotransmisores (serotoninérgicos, dopaminérgicos, colinérgicos, gabaérgicos, etc.) responden a estrógenos.

Factores socioculturales en la depresión de las mujeres

Otros factores que pueden explicar las diferencias en la prevalencia de la depresión entre hombres y mujeres son los factores socioculturales, que incluyen las desigualdades estructurales de género y los factores culturales.

La desigualdad estructural de género hace referencia a las diferencias en el acceso al poder y a los recursos entre hombres y mujeres. Entre otros muchos, incluye la diferencia de los sueldos, la falta de educación de las niñas en algunas partes del mundo, la subrepresentación de las mujeres en los puestos de decisión y la violencia machista.  La influencia de la desigualdad estructural en la diferencia de género en la depresión puede actuar a través de vías diferentes. Por ejemplo, el poder estructural de los hombres ha permitido el acoso sexual de las mujeres en el trabajo y las diferencias salariales hacen que las mujeres que sufren violencia por parte de su pareja no puedan permitirse irse de casa. Y hay evidencia de que tanto el acoso sexual como la violencia por parte de la pareja incrementa el riesgo de depresión, de ansiedad y de trastorno por estrés postraumático en la persona que es víctima.   

No es que las mujeres sean más propensas a desarrollar depresión, sino que las mujeres experimentan más factores sociales precipitantes y son más vulnerables a determinados factores sociales.

Por otra parte, los factores culturales son el conjunto de valores, aptitudes, teorías, ideologías, normas y bienes materiales creados por el ser humano.  El mismo género es una construcción cultural que diferencia y configura los roles, las percepciones y el estatus de las mujeres y de los hombres en una sociedad.  La revolución feminista iniciada durante la segunda mitad del siglo XX ha impulsado algunos pasos necesarios en cuanto a los nbsp; derechos y al  papel de la mujer dentro de la sociedad. Pero es un hecho que, en el ámbito social y cultural, todavía quedan muchas cuestiones por resolver; hablamos de los estereotipos de género, los roles sociales atribuidos a la mujer por el mismo hecho de serlo. Solo nacer, a la niña le llegan mensajes de forma más o menos explícita que presentan la imagen ideal de cómo debe ser y debe actuar la mujer. Esta elevada exigencia a veces es imposible de alcanzar y otras entra en conflicto con sus deseos.  Entonces, se encuentra con el peligro de caer en sentimientos de baja autoestima, culpa, incapacidad, vergüenza o, incluso, en aislamiento y abandono personal, un anuncio de la depresión. Esta elevada exigencia y el ideal femenino son responsables de muchos problemas de salud mental y de que trastornos como la anorexia y la bulimia sean hasta seis veces más frecuentes en las mujeres que en los hombres.

Además, a la mujer se le atribuye socialmente el rol de cuidadora de la familia y del hogar, un papel que en muchas ocasiones asume pasando por alto sus propios deseos, necesidades o aspiraciones.  Se ha comprobado que la incorporación de la mujer en el mundo laboral le ha supuesto trabajar unas 15 horas más a la semana que el hombre. Trabajar fuera de casa no reduce la implicación doméstica y familiar, lo que comporta una sobrecarga de estrés y menos espacio para la satisfacción de sus necesidades personales de ocio y autocuidado  (dieta, actividad física, horas de sueño, relaciones sociales), que son protectoras de la depresión.

Sesgo de género en el diagnóstico de la depresión

Otros factores a tener en cuenta a la hora de explicar las diferencias en la prevalencia de la depresión en hombres y mujeres son todos aquellos que sobreestiman artificialmente las diferencias de género . La hipótesis de los errores metodológicos en la recogida de datos señala que las diferencias de género no son reales. No lo son porque las mujeres sobreinforman, y los hombres reportan menos quejas somáticas y psíquicas a sus médicos. La tendencia de las mujeres a referir voluntariamente más síntomas de depresión que los hombres, a puntuar más alto en las escalas para medir los síntomas y buscar más ayuda médica hace que sea más fácil que acaben con estos diagnósticos y que el personal médico tienda a pensar más en el diagnóstico de depresión cuando tienen delante a una mujer.

Un aspecto que puede cuestionar la diferencia de género en la depresión es la respuesta sesgada por género, es decir, que es menos probable que los hombres informen de ciertos síntomas que se consideran poco masculinos. Algunas pruebas sostienen estos sesgos. Por ejemplo, en una muestra comunitaria de personas que cumplan criterios por trastorno depresivo mayor, las mujeres serán más propensas a informar de más síntomas, como el llanto. El rol masculino penaliza el llanto, en cambio, el rol femenino no sólo no lo penaliza, sino que lo permite o incluso lo alienta.  Los estereotipos marcan las feminidades y las masculinidades y, tal y como está construida la masculinidad, promueve las desigualdades, el hombre dominante, agresivo e insensible, y la mujer débil, sensible, obediente y delicada.

Un aspecto que puede cuestionar la diferencia de género en la depresión es la respuesta sesgada por género, es decir, es menos probable que los hombres informen de ciertos síntomas que se consideran poco masculinos.

Otro sesgo de género es la presentación diferencial de enfermedades y trastornos que hace que los síntomas y manifestaciones de una misma condición médica sean diferentes en hombres y mujeres. En el caso de la depresión, esta diferencia hace que se infradiagnostique en los hombres. Los hombres deprimidos pueden estar irritables o agresivos, en lugar de tristes, y tienden a pasar más horas fuera de casa y a consumir más sustancias como el alcohol. Estos síntomas no coinciden con los que esperamos encontrar en una persona con una depresión y, por ello, reciben otros diagnósticos como el de trastorno de uso de sustancias o el trastorno de personalidad.

Depresión

Estoy muy triste ¿tengo una depresión?

Algunas hipótesis para evaluar las diferencias de género parten de la asunción de que cada categoría de género es homogénea, cuando realmente es heterogénea. Esta heterogeneidad nos la da la interseccionalidad, que postula que cada persona pertenece a múltiples categorías sociales en función del género, la raza, la clase social, la orientación sexual, el país de origen, el estatus migratorio, la profesión, el nivel académico, el aspecto físico, el color de la piel y la fertilidad. Y que la intersección de estos factores puede explicar algunas diferencias que no solo dependen del género. Por ejemplo, la mayoría de estudios epidemiológicos analizan los datos de las diferencias de género, del nivel educativo o de la edad, pero no de todos ellos conjuntamente. Por eso, el análisis no es realmente interseccional. Es diferente ser mujer, universitaria y joven que ser mujer, sin estudios y de mediana edad. 

En conclusión, los datos epidemiológicos muestran que hay más mujeres que hombres con el diagnóstico de depresión, pero existen factores socioculturales y errores metodológicos que contribuyen a estas diferencias de género en la depresión y que sobreestiman la depresión en la mujer y la infraestiman en el hombre, sin obviar que también contribuye a ello una base biológica de la que todavía se sabe muy poco.